Mis Relatos


Donde termina..., o empieza todo

Y andaba, y andaba como si sus pies no se posaran en el suelo, en realidad no los notaba, pero tampoco quería mirar hacia el suelo, tenía miedo, estaba desorientada, su intuición le decía que algo no iba bien, era llevada por una fuerza superior que no le permitía parar, tenía la impresión de que flotaba, que sensación más rara. Todo estaba muy oscuro, aunque a ella la rodeaba una luz muy especial que le permitía ver fácilmente todo a su alrededor, no sabía si era la quietud de la noche, la paz que en ella encontraba lo que le hacía sentirse tan bien, o que tampoco tenía ganas de regresar.
¿Regresar a donde?, no tenía prisa ni le esperaba nadie, o eso creía, ¿para qué tenía que regresar?, tampoco recordaba muy bien, quería dirigirse a algún sitio, tenía que ir a algún lugar...
Empezó a mirar a su alrededor y aquel sitio no le era conocido, estaba lleno de naturaleza, arboles muy poblados, matorrales, no había casi sitio para caminar, ¿entonces como ella se movía con tanta soltura?, no entendía nada, estaba tan aturdida..., al girarse vió una especie de acantilado y empezó a escuchar voces en lo alto. Miró hacia arriba y percibió las figuras de personas que se asomaban, la miraban y chillaban pero no conseguía entender qué decían. También veía luces de colores, como  de coches de policía y ambulancias, no entendía qué estaba pasando, no entendía nada de todo aquello hasta que cerca de ella oyó un quejido, caminó guiada por la voz quejumbrosa y fue escuchando mas nítidamente que pedía ayuda, aceleró su deambular y entonces lo vió.
Dios mío, era su coche, se encontraba boca abajo, con las ruedas dando vueltas todavía, ¿qué había pasado?, no recordaba nada, ahora estaba todavía más aturdida, su coche..., ella..., accidente..., volvió a escuchar la voz pidiendo auxilio y le resultó conocida, se acercó y se quedo petrificada, su mejor amiga se encontraba tirada en el suelo, llena de sangre por todas partes, se movía levemente y balbuceaba palabras de socorro. Se agachó a su lado y le dijo que no se preocupara, que ya venía la ayuda, que aguantara, ella estaba a su lado y no la dejaría sola, entonces escuchó como la llamaba dos o tres veces Carli...Carli.... y comenzó a llorar mirando al interior del coche. No llores estoy aquí, a tu lado, ¿recuerdas? siempre juntas.
Las voces que escuchaba antes en la parte de arriba de las rocas se empezaron a escuchar cada vez más cerca, eso le produjo alivio, ya estaban aquí, menos mal, tres o cuatro personas les rodearon, ella les pedía que ayudaran a su amiga, que salvaran a su amiga, que ella estaba bien, aunque parecían ignorarla. Uno de ellos dijo por un walkie-talkie hay una chica viva, bajar una camilla, ¡¡rápido!!; dió la vuelta al coche y volvió a hablar, la conductora está muerta, solo había dos personas en el coche.
La conductora está muerta...la conductora está muerta...la conductora está muerta..., esas palabras no dejaban de retumbar en su cabeza mientras se giraba para mirar dentro del coche, y como se temía, allí estaba, era ella, ella era la conductora...y...estaba....muerta....






¿SUEÑO..., O REALIDAD?

Mario era una persona bastante solitaria los fines de semana, no le gustaba salir salvo en contadas ocasiones, prefería quedarse en casa, o salir a pasear por la ciudad, sentarse en un banco del parque y observar a la gente, tenía la teoría de que se aprendía mucho del ser humano solo con mirar cómo se comportaban cuando pensaban que nadie los veía. Entre semana trabajaba en una gran multinacional, todo el día rodeado de gente a la que tenía que supervisar y dar órdenes constantemente, era jefe de producción y le gustaban las cosas perfectas, no valía con que estuvieran bien, tenían que ser perfectas. Los viernes por la tarde tenia siempre el mismo ritual, bajaba al vestuario se quitaba el traje, la corbata y los zapatos, se ponía un chándal y unas deportivas que ya no se quitaba en todo el fin de semana y recorría a pie el trayecto hasta su apartamento, tardaba hora y media en llegar pero durante el camino descargaba todo el estrés acumulado durante la semana.
El sábado se levantó tarde como era habitual, preparó café y tostadas para desayunar, ojeó los periódicos digitales y se vistió para salir a la calle, todo esto sin mirar la hora, otra de sus pautas habituales cuando no tenía que ir a trabajar, no tenía prisa, no le esperaba nadie, hacia lo que le apetecía, en el momento que le apetecía. Antes de salir miró por la ventana, ya había advertido que estaba muy nublado, incluso le había parecido escuchar lluvia y efectivamente, había llovido, hacia mucho viento y el clima parecía frio y desapacible, así que, se abrigo bien, cogió el paraguas y salió por la puerta.
Le gustaba pasear bajo la lluvia, pero aquello era demasiado, estando ya lejos de su casa, comenzó a caer agua como si no hubiera mañana, el paraguas se le volaba con el viento y estaba completamente empapado. Corrió hacia el portal de una pequeña tienda que vio entre la lluvia para resguardarse y comenzó a sacudirse el agua que le resbalaba por la chaqueta, las gotas que le caían del pelo, se seco la cara con unos pañuelos que encontró en uno de los bolsillos que llevaban cremallera y..., bueno, lo de las zapatillas era imposible de arreglar hasta que no llegara a casa.
Miró hacia el cielo, no dejaba de llover fuertemente, se giró contrariado, no había cosa que más rabia le diera que tener los pies mojados, y observó el pequeño escaparate que estaba lleno de cartelitos, "¿QUIERES SABER TU FUTURO?", "ENTRA Y DARÉ SOLUCIONES A TU MALA SUERTE", "PUEDO HACER QUE TU VIDA CAMBIE EN UN MOMENTO", "SE ECHAN LAS CARTAS DEL TAROT". Mario, sin saber porque, entró en aquella tienda, siempre había respetado mucho aquellas cosas, no le gustaba jugar con fuego, una voz femenina le pregunto con voz de ultratumba:
- ¿Puedo ayudarle en algo caballero?, ¿qué quiere saber?
Al oir aquella voz se asustó muchísimo, se giró para ver quien le hablaba, la tienda tenía muy poca luz y estaba llena de símbolos y cosas raras que no había visto en la vida. Al fondo vió una silueta de una mujer muy menuda, lo que si veía con claridad eran sus ojos, grandes y claros, y lo miraban de una forma que lo hizo temblar, era una mirada penetrante, inquietante..., y siniestra. Se dio media vuelta para salir de allí lo antes posible y cuando iba a alcanzar la puerta, oyó a la mujer que le decía:
- Esta noche va a ser muy larga, esta noche no vas a dormir.
Se quedo petrificado, sentía pánico, las piernas le temblaban y era como si su cuerpo no obedeciera sus órdenes. Salió de la tienda corriendo y no paró hasta que cerró la puerta de su apartamento detrás de él y se quedo allí apoyado un largo rato hasta recuperar el aliento sintiéndose seguro. Intento olvidar aquel episodio tan desagradable, se metió en el cuarto de baño, se quito toda la ropa mojada y se dio una ducha de agua caliente para entrar en calor mientras pensaba que iba a comer.
Después de comer se sentó en el sofá y se quedo durmiendo  viendo una película de terror..., de repente, se despertó sobresaltado, se quedó muy quieto pensando que había pasado, la impresión que tuvo es que había caído en el sofá, como si se hubiera sentado de golpe, pero no podía ser, en ningún momento se había levantado, estaba durmiendo. Se quedó todavía un rato sentando dándole vueltas a la cabeza.
"Todo esto es producto de mi imaginación" pensaba mientras miraba la tele con el mando todavía en la mano, "la culpa la tienen las malditas películas de terror que veo, que me dan miedo..., pero me gustan, tengo que dejar de verlas porque me sugestionan y después pasa lo que pasa ". Y en ese mismo momento, se acordó de la mirada de aquella mujer siniestra, se removió en el sofá, la sola imagen de aquella mujer mirándolo le hizo sentirse incomodo, movió la cabeza rápidamente para quitarse aquella imagen de la mente y se levantó para dejar de pensar. Caminó con paso cansino hacia el baño, encendió la luz y miró a su espalda, tenía la sensación de que alguien lo observaba, fue hacia el lavaba, abrió el agua y se mojo la cara, levanto la cabeza y se miro en el espejo pensando que se estaba volviendo loco, en ese momento vió como una sombra pasaba por detrás de él y se giró muy asustado, aquello ya no era normal.
Aquella noche Mario no tenía ni idea de lo que estaba pasando, debía ser una noche de sábado más como tantas otras, estaba solo en su apartamento como siempre, se prepararía una cena rica y vería alguna serie de las que tenía pendientes a ver si se tranquilizaba y dejaba de ver y sentir cosas raras. Aunque las palabras de aquella pitonisa o lo que demonios fuera aquella mujer, no dejaban de repetirse en su cabeza.
Cenó muy poquito, no tenía demasiada hambre, se encontraba alterado, nervioso, quería dejar de pensar, a que maldita hora había entrado en aquella tienda, ya estaba empapado, podía haber llegado a casa corriendo en unos minutos. Se sentó a ver la tele pensando que eso le distraería pero los ojos le pesaban, no conseguía mantenerlos abiertos, así que apago la tele y se fue a la dormir, en unos minutos estaba en brazos de Morfeo aunque poco le duró la tranquilidad. A las dos o tres horas de estar durmiendo despertó con una sensación muy rara, no se podía mover y parecía no estar despierto, ¿estaría soñando?, ¿qué le estaba pasando?, quería levantarse pero no podía, su mente fluía entre el enfado y el miedo, esto no podía ser real, tenía que estar soñando y quería despertarse, ahora tenía ganas de llorar. Lentamente su cuerpo comenzó a elevarse como si no pesara, como si fuera una pluma que el viento mueve a su antojo, quería chillar, que alguien le ayudara, quería agarrase a la cama pero seguía sin poder moverse, su cuerpo seguía subiendo poco a poco, el pánico que sentía era cada vez más grande y aumentaba en la medida que se elevaba hasta el techo. Aquello era una locura, podía ver su cama desde el techo y todavía estaba la huella que había dejado su cuerpo en ella, algo se había apoderado de su cuerpo y lo manejaba a su antojo, comenzó a dar vueltas muy lentamente en sentido de las agujas del reloj, quería cerrar los ojos pero tampoco podía, estaba desesperado, no podía hacer nada. En unos minutos paró de dar vueltas y volvió a la posición inicial, poco a poco comenzó a descender y sintió un enorme alivio cuando se posó de nuevo sobre su cama, cerró los ojos y los abrió, se levantó de la cama de un salto y se quedó mirando a su alrededor buscando algo que explicara lo que le había sucedido, pero nada, salió de espaldas de la habitación, estaba en estado de shock, él sabía lo que había vivido pero no estaba seguro si era real, no podía ser real, seguro que lo había soñado, tenía que haberlo soñado.










EN MITAD DE LA NOCHE

María se despertó sobresaltada, no sabía la hora que era, de un salto cogió el móvil que había dejado encima de la mesita, ¡la 1,15 de la madrugada!, soltó un bufido y se dejo caer de nuevo en la cama, ahora recordaba todo.
Habían terminado muy tarde la ronda de reuniones de trabajo, al llegar a la habitación se había tumbado cinco minutos para relajarse antes de arreglarse para bajar a cenar y se había quedado durmiendo. El enfado y la frustración se apoderaron de ella por momentos, se sentó de nuevo en la cama y volvió a coger el móvil, antes no se había dado ni cuenta, tenía cuatro llamadas y un montón de mensajes de whassap. Miró las llamadas, dos de ellas eran de sus compañeros de trabajo, una de casa..., y la otra de ...Juan, su jefe. Notó como su corazón se aceleraba y se le hacia un nudo en el estomago, algo muy común cada vez que pensaba en él desde hacía unos cuantos años y que no conseguía controlar, cosa que la enfadaba enormemente. Intento dejar de pensar en ese tema y comenzó a mirar los mensajes, eran todos del grupo de trabajo, llamándola para cenar y gastando bromas. Dejó el teléfono encima de la cama delante de ella y se quedo mirando la colcha, aunque en realidad tenia la mirada perdida y estaba sumida en sus pensamientos.
Tenía un poco de hambre, pero no creía que hubiera nada abierto a estas horas, pensó en ponerse el pijama y dormir, hasta que oyó las olas del mar a lo lejos. Era una de las cosas que le gustaba de su trabajo de directora de marketing, los viajes, le gustaba tanto viajar y recorrer, sobre todo, pueblecitos de la costa, normalmente, no se alojaban en grandes ciudades si podían evitarlo, después del estrés de las reuniones que casi siempre duraban todo el día, buscaban hotelitos pequeños en pueblos de alrededor de la ciudad y si había playa mucho mejor. La encargada de preparar los viajes era ella y la verdad que sus compañeros nunca habían tenido queja, al revés, estaban muy contentos con el resultado.
De repente, tuvo muchas ganas de salir de la habitación, se levantó de la cama, se quito el vestido y se puso unos vaqueros, una camiseta y unas deportivas, ropa que llevaba en todos los viajes porque era muy aficionada a salir a pasear y recorrer todos aquellos lugares que visitaban. Cogió una toalla del aseo y se la metió en el bolso, tenía claro lo que le apetecía, iba a dar un paseo por la orilla del mar.
En el momento en que iba a salir, llamaron a la puerta y el corazón le dio un vuelco, ¿quién seria a estas horas?, abrió la puerta muy despacio y poniendo un pie detrás de ella, como si fuera un tope, por si acaso.
-¡Juan! exclamó en un susurro, que susto me has dado, ¿qué haces aquí a estas horas?
- Venia de dar un paseo, y vi que te habías conectado en el móvil y pensé en pasar a ver si estabas bien..., como no has bajado a cenar...
- Si estoy bien, me quedé durmiendo encima de la cama, no pasa nada, ahora iba a salir a dar un paseo por la playa.
- ¿Puedo acompañarte?, no tengo demasiado sueño y me apetece pasear (contigo pensó, pero no lo dijo)
Ella asintió levemente con la cabeza, se volvió para sacar la tarjeta de la habitación y salieron hacia el ascensor. Los dos se mantenían en silencio mientras esperaban, estaban nerviosos, y sabían el porqué, era una situación muy común en su vida diaria, mientras que estaban trabajando se comportaban como jefe y empleada pero en los ratos de ocio..., eso era otra cosa.
Entraron en el ascensor y María ya se estaba arrepintiendo de haberle dejado acompañarla, ¿por qué le había dicho que si?, ¡corazón tonto!, no sabía porque no utilizaba mas la cabeza, tenía que evitar estas situaciones que no les llevaban a ninguna parte.
Comenzaron a hablar del trabajo mientras abandonaban el hotel, cruzaron la calle hasta el paseo de la playa y ella se sentó en un banco para quitarse los calcetines y las zapatillas mientras él la miraba y le preguntaba que qué hacía.
- Te lo he dicho arriba, voy a pasear por la playa.
A Juan no le quedo otra opción que imitarla, si quería acompañarla y entraron juntos en la arena que a esas horas estaba fría y húmeda, aunque a ninguno de los dos le importaba demasiado, solo importaba que por un rato podían estar juntos sin que nadie les observara.
No cruzaron demasiadas palabras en el trayecto, al llegar a la orilla ella se arremangó los pantalones y metió los pies en el agua que estaba bastante templada, emitió un gemido de placer mientras levantaba la cabeza y la luz de la luna llena iluminó todo su rostro. Aquella visión hizo que a Juan le recorriera un escalofrió por toda la columna vertebral, llevaba años enamorado de ella y ella de él, la deseaba tanto que también pensó que aquel paseo era una mala idea. Se acercó muy despacio por detrás y la abrazó por la cintura, María al notarlo se puso muy tensa, le cogió las manos para evitar cualquier otro movimiento pero Juan la giró muy hábilmente y la besó en los labios.
Fue el beso más tierno, más dulce, más apasionado, húmedo y triste que nunca se hubieran dado. Cuando separaron sus labios los dos empezaron a llorar en silencio, Juan hundió su rostro en el hombro de María y le susurró en el oído:
- No podía hoy regresar al hotel sin besarte, no me digas nada, lo sé, sé que no podemos estar juntos, sé que los dos tenemos familia y que no queremos hacerles daño, ya lo hemos hablado miles de veces pero el verte cada día, el tenerte cerca y poder besarte de vez en cuando es lo que me mantiene vivo.

Levantó su cabeza, se secó las lagrimas y sin mirarla para no correr el riesgo de no poder separase de ella, regresó corriendo al hotel. Ella con las lagrimas rodando por su rostro lo vio alejarse, se giró hacia el mar, cruzó los brazos y se quedo un rato mirando la luna y el horizonte que su luz iluminaba en mitad de la noche.


UN JUEGO DE SEDUCCIÓN


Allí sentada en el porche de la residencia todo le parecía tan lejano..., había como dos mundos, el de adentro y el de fuera de aquellas rejas. No se quejaba de nada, ella misma había elegido ingresar por propia voluntad, creía que era lo mejor. Desde que murió su marido se encontraba sola, por las mañanas hacia las cosas de casa y salía a comprar,  las tardes eran otra cosa, se le hacían eternas, sus hijos acudían siempre que podían pero trabajaban y los veía una o dos veces por semana. Pensaba que había tomado la decisión correcta, allí siempre estaba acompañada y cuando quería estar sola, solo tenía que ir a su cuarto o buscar un sitio menos concurrido, que no era difícil,  porque el lugar era bastante grande
Aquella mañana de domingo estaba un poco triste, no iba a recibir visitas, su familia tenía un compromiso. No le apetecía nada, ni parchís, ni ganchillo, punto de cruz ...etc. y mucho menos ver la tele, le aburrían los programas de los fines de semana, tampoco había los domingos ningún curso en los que participaba durante la semana. Decidió tomar el sol, aprovechando que todos los demás se encontraban en el interior y perderse en sus recuerdos.
Después de estar sentada durante un buen rato, le apeteció pasear por los alrededores, hacia un buen día, el sol de mayo comenzaba a calentar y su cuerpo agradecía el calorcito. A sus 85 años, todavía le respondían muy bien las piernas, estaba bastante ágil, en parte, gracias a la gimnasia que hacia todas las mañanas con los fisioterapeutas de la residencia.
Habían podado los arboles, los rosales y cortado la hierba, aquel olor le daba vida, le recordaba cuando vivía en el campo, una de las mejores épocas de su vida..., y así perdida en sus recuerdos y vivencias..., los vio al otro lado de la verja, en el parquecito de la parte de atrás..., se agazapó detrás de un rosal y sin hacer ruido observó todos sus movimientos.
Sonrió..., y pensó que pareja más bonita, ella caminaba delante, altanera, elegante, sabiendo el poder que ejercía sobre él que la seguía sin perder sus pasos, se notaba a la legua que aquello era un juego de seducción, de repente, la damita se paró en seco y se giró hacia su caballero que poco a poco, muy despacito para no asustarla y con la cabeza agachada se fue acercando hasta que estuvieron cara a cara. Él dio el primer paso y le acaricio la mejilla con la suya, arrullándola..., ella no se movió en absoluto y se dejo hacer.  Viendo que aceptaba sus carias con agrado, dio un paso más y comenzó a dar vueltas alrededor, muy muy cerca, mirándola fijamente y casi rozándola hasta que se coloco a su lado esperando su aprobación. Entonces si hubo respuesta, la damita lo miro, se acerco mas y con un leve empujón le invitó a caminar a su lado, quien sabe hacia dónde, seguramente a vivir su amor apartados de miradas indiscretas.
En ese momento, María, que así se llamaba la ancianita, recupero su compostura, salió de detrás del rosal y  con una sonrisa en los labios, siguió su paseo, esta vez hacia el interior de la residencia. Ya casi era hora de comer, y tenía hambre, aquel precioso momento le había alegrado el domingo y durante todo el día no dejo de pensar en esa pareja de ardillas.



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